“Si algo es absurdo entonces es verdadero”; “El paraíso a donde yo me dirijo está empedrado de migajas. Sobre ellas caminaré”: ambas sentencias han sido escritas por Esteban Arévalo, el hombre mal vestido. Sus pensamientos parecen ir en contra de cualquier convención humana que sea capaz de cobijarlo. De algo estamos seguros: es un observador, desapegado y un marginal. Ya casi no existen personas interesantes en el mundo, extrañas, impredecibles, fuera de orden. En ésta obra, la mente de un atribulado se extiende como una zona oscura que recorrerá las certezas más sólidas del lector.
Guillermo Fadanelli Almadía