La historia verdadera de una mujer que fue señora de dos mundos y dejo, en ambos, un rastro imborrable
A raíz de la primera victoria de Hernán Cortés en territorio americano (en lo que hoy es Tabasco) se le entregaron veinte esclavas. Una de ellas fue bautizada como Marina (devenido Malintzin, Malinche, La Malinche). Ella había nacido más al norte y llegó a esas tierras de lengua maya como hablante de náhuatl. Semanas más tarde, Jerónimo de Aguilar, náufrago rescatado en la península de Yucatán y el único entre los españoles familiarizado con el maya, al enterarse de que una de las esclavas tributadas hablaba con las lugareñas, se dirigió a ella en dicho idioma.
Así, entre el náhuatl, el maya y el español, comenzó el entendimiento y tuvo lugar un encuentro de culturas ante el afán de conquista de Cortés. Tal es la importancia de una mujer que fue señora de dos mundos y que en ambos dejó un rastro imborrable.
Este relato puntual y subyugante de la Conquista nos permite atestiguar cómo irrumpe en nuestra historia una mujer cuya presencia es aquí convincente y admirable, muy distinta de la versión que se tergiversa con el concepto despectivo de malinchismo.
Juan Miralles Tusquets